Discurso pronunciado por el Dr. Armando Hart Davalos, Ministro de Cultura, en la toma de posesión de los jueces en Santiago de Cuba el 23 de marzo de 1993

AuthorDr. Armando Hart Davalos
PositionMinistro de Cultura
Pages3-5

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He preparado este trabajo para rendir homenaje a Ignacio Agramonte y a los juristas cubanos a propósito del 8 de junio.

El primer acto histórico de la Generación del Centenario constituyó un hecho de carácter jurídico y una denuncia de índole política. Inmediatamente después del cuartelazo del 10 de marzo de 1952, Fidel Castro escribió una proclama caracterizándolo como zarpazo criminal, se dirigió a los tribunales de justicia para denunciar a los violadores de la ley y reclamó las sanciones penales que los códigos de entonces imponían por tales delitos.

Hace más de cuatro décadas de aquellos acontecimientos, desde entonces hasta nuestros días, el pueblo cubano, bajo la dirección de Fidel, ha conquistado sus derechos políticos, sociales, económicos y culturales; ha realizado la más grande transformación revolucionaria Que recuerda la historia de América, y ha asegurado la más amplia justicia social y la plena independencia nacional. Hemos conquistado todos los derechos posibles de ejercer, hemos derrocado a los enemigos externos e internos que se interpusieron en el camino de nuestra libertad y de nuestra honra; hemos creado la más amplia democracia que haya existido jamás entre los pueblos del llamado Occidente. Con esta obra realizada, concurrimos ahora a la más democrática y revolucionaria jornada electoral que haya tenido lugar en este hemisferio.

Un amigo extranjero me preguntó, hace unos días, qué le ofrecíamos nosotros a los electores. Le respondí: trabajar arduamente por defender lo que ya el pueblo tiene y por enfrentar con valor e inteligencia los enormes obstáculos que se le presentan hoy a la Patria. Ahora podría agregar lo siguiente: para alcanzar la consolidación definitiva de la obra de la Revolución hace falta una alta conciencia jurídica que imponga, como autoridad suprema de la República Socialista, la majestad de la ley. Esta necesidad está hoy presente en las más diversas esferas de la vida política, social y económica del pueblo. La ley encierra el ejercicio, a todas las escalas de la sociedad, de una autoridad respetada y ejercida sobre el fundamento de tos principios de nuestro Estado.

En la milenaria vida social del hombre, las sociedades que han madurado históricamente y alcanzado determinados niveles de civilización han tenido que apoyarse en un sistema de derecho, y cuando esto no ha ocurrido, han tenido lugar retrocesos y reveses históricos, cuyos ejemplos más tristes y recientes Page 4 están hoy a la vista de nuestra conciencia revolucionaria. Desde Roma hasta los tiempos modernos, los sistemas jurídicos del Occidente civilizado se han impuesto por la violencia contra las masas trabajadoras y explotadas. Estos sistemas de derecho han ignorado, subestimado e incluso despreciado, los derechos económicos y sociales de la inmensa mayoría de la población, han sido profundamente injustos e inhumanos. De lo que se trata en el socialismo no es de volver al antiguo derecho burgués, sino establecer y respetar un sistema jurídico que protege la igualdad social, los derechos humanos, económicos, políticos y sociales de todos y para el bien de todos

El ordenamiento jurídico de nuestro país se establece sobre el fundamento de que la ley primera de la República es el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre, sólo así puede moral y prácticamente ejercerse autoridad legal en nuestro Estado. Pero para que esto se ejecute con eficacia, es necesario forjar una conciencia jurídica y una alta sensibilidad sobre la necesidad del cumplimiento de la legislación, y que ella sea expresión de la cultura política y de los intereses económico-sociales de cerca de once millones de cubanos, y también de nuestros descendientes. De esta forma podrá el pueblo de hoy y el de mañana resolver las inevitables contradicciones que se producen en toda la sociedad, y que en la nuestra se complican por la existencia de tan cercanos y poderosos enemigos.

Con la ley perdurará la unidad indispensable que a lo largo de la historia de Cuba se ha mostrado como una necesidad política. En estos días pre-electo-res hemos llamado a destacar la unidad popular junto a la Revolución con el voto unido. Se ha recordado el pensamiento martiano, cuando señaló que los tiempos son de unir. En Cuba siempre los tiempos han sido y serán de unir. A propósito de esta idea, he rememorado, en varias reuniones con los electores santiagueros, que la Guerra de los Diez Años no se perdió por falta de valor ni por falta de talento militar. Se perdió por las divisiones de los cubanos. Precisamente, la obra de Maceo desde los días de Baraguá; la de Máximo Gómez en los años de preparación de la nueva gesta y, en especial, de José Marti, fue una tarea de unidad nacional frente al colonialismo español que condujo a la creación del Partido Revolucionario Cubano y a forjar la "guerra necesaria", que se inició en Baire, y cuyo centenario conmemoraremos dentro de dos años, es decir, en 1995.

Luego de la muerte de Martí, y con la intervención norteamericana, se creó la división entre los cubanos. En los cincuenta años posteriores nunca se logró forjar la unidad del pueblo frente a sus enemigos. La obra de Fidel desde los tiempos del Moneada estuvo, precisamente, encaminada a crear y fortalecer la unidad para enfrentar, primero, a la tiranía de Batista, subordinada al imperio, y luego, al imperio mismo y sus secuaces nacionales.

La cuestión en estas elecciones es, precisamente, mostrar al mundo la unidad de nuestro pueblo. Para eso contamos, y deseamos contar por muchísimo tiempo, con el genio de Fidel. Pero hacia un futuro más lejano que todos quisiéramos esté bien distante, la unidad del pueblo de Cuba sólo podrá garantízarse Page 5 sobre la base de los principios y tradiciones revolucionarias y la autoridad y respeto a la ley que el propio pueblo cubano se ha dado.

La ley es la expresión formal de los derechos conquistados. Sólo aplicándola con rigor, equidad y justicia podremos garantizar la solidez y victoria definitiva de la Revolución Cubana. Para ello, se necesita una alta sensibilidad jurídica y conciencia de que sólo con el estricto cumplimiento de los contenidos y formalidades que encierra nuestro sistema jurídico, y con el espíritu de justicia que forma parte de la mejor tradición moral del cubano, madura nuestro socialismo.

Se ha hablado de cambios legislativos, pero estos no estarán inspirados en lo que plantean tos enemigos de Cuba, sino en los principios de nuestra Revolución Socialista. No daremos ningún paso atrás/tenemos que buscar los caminos para marchar hacia adelante. Esta sensibilidad jurídica y esta unidad es un homenaje a nuestros mártires sagrados y a nuestra tradición revolucionaria.

En una ocasión, Fidel dijo: los hombres mueren, el Partido es inmortal. Rememorando aquel pensamiento podríamos decir: los principios jurídicos y políticos en que se fundamenta el Estado Socialista de Cuba son inmortales.

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