El embrión humano. Principio de existencia de la persona
| Author | CIFUENTES, Santos |
| Year | 2002 |
| Law Firm | Articulos de Doctrina Astrea Argentina |
Cifuentes, El embrión humano. Principio de existencia de la persona
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El embrión humano. Principio de existencia de la persona*
Por Santos Cifuentes
I. Principio jurídico de existencia de la persona. El embrión humano
1. La necesaria adaptación de los valores
En todas las direcciones del pensamiento, para la formación de los principios y
valores que guían y acompañan al hombre que procura su adelanto y ventura, debe
reconocerse la necesidad de una inteligente adaptación a las realidades descubier-
tas, a medida que se abren perspectivas en el saber y comprensión de su naturaleza
y de la naturaleza que lo circunscribe. Esto importa la renovación, y hasta revisión si
fuera menester, de los viejos dogmas ideológicos, a fin de acompañar el panorama
de los progresos y descubrimientos. Caso contrario, en la retaguardia y en el ana-
cronismo, perderán la condición de su sustento, que es el de ser bases directrices o
esencias respetables del comportamiento humano.
La ciencia jurídica y su filosofía, por supuesto que no puede ni debe apartarse
de ese empuje de la evolución, impulsada en su programa y metas por los nuevos
aspectos de las realidades desentrañadas. Sería absurdo, por ejemplo, que el orde-
namiento siguiera regulando la vida de relación según las bases jurídico-religiosas
de la prehistoria, las que se consagraban con su respeto impecable antes de que
apareciera la escritura, o bien, que se mantuvieran con su rol regulador de la vida en
sociedad, una vez inventada y difundida la imprenta y, después, el soporte papel, las
anteriores a la expansión de estos medios, como si los adelantos en la información y
comunicación no se hubieran creado y asumido por las civilizaciones. Ello no obs-
tante que, en su oportunidad, los lógicos cambios tuvieron opositores, reacción y
críticas apoyadas en artículos de fe por ellos superados. Importaría el sometimiento
a un estatismo destructor, no obstante todo lo que significó el poema Sumerio de
Gilgamesh o el Código de Hammurabi, o Gutenberg, como hitos de perspectivas en
el camino del progreso.
Y esta puesta al día es, probablemente, muy semejante en todas las expresio-
nes del pensamiento, sea en el antropológico, científico, religioso, filosófico y hasta
teológico. Para comprenderlo así, no es imprescindible recordar la revolución astro-
nómica que sobrevino a Copérnico y Galileo, la cual resquebrajó y reacomodó casi
todas las creencias de la época, al pasarse, nada menos, de la visión ptolomeica
con su derivación antropocéntrica a la verdad heliocéntrica. Tampoco lo es examinar
en profundidad con sus seguidores y detractores, la novísima corriente filosófica de
Edward O. Wilson sobre sociobiología, según la cual, el “desarrollo moral sólo es
una versión más complicada e intratable del problema de la variación genética”...
“para formar un ejercicio reconocible en la genética del comportamiento”1. Pero pa-
* Publicado en Abuso del derecho y otros estudios, en homenaje a Abel M. Fleitas, Bs. As.,
Abeledo-Perrot, 1992.
1 Wilson, Edward O., Sociobiología: la nueva síntesis, Omega, Barcelona, 1980, p. 580 y 581,
cit. por D. S. Alcázar. En otra parte dio este sermón a los filósofos de la ética: “los centros del control
emocional en el hipotálamo y en el sistema límbico del cerebro... inundan nuestra conciencia con
Cifuentes, El embrión humano. Principio de existencia de la persona
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rece bueno destacar que David Sobrevilla Alcázar, ha dicho en las conclusiones a su
ceñido estudio crítico, que en “el día de hoy es ampliamente aceptado que la ética
es un producto de la evolución; aunque, como lo escribe D. D. Rafhael, aún no se
han podido reconstruir los detalles de este proceso. Parece también indudable
–sigue Alcázar– que para una ética a la altura del saber de nuestra época son rele-
vantes los conocimientos de las ciencias naturales –entre ellos la biología– y de las
ciencias sociales, como el psicoanálisis y la sociología...”2.
En este sentido, resultará de interés para acercarme al tema del embrión
humano, comienzo de la vida y de las personas, hacer algunas aproximaciones en la
historia de la filosofía, de la ciencia y de la teología.
II. El antiguo pensamiento antropológico
Dos cuestiones se pregunta la antropología, separándolas o juntándolas según
posiciones ideológicas:
a) ¿Se trata de considerar y dar luz sobre la aparición del hombre como reali-
dad biológica?
b) ¿Se trata de establecer la iniciación de la entidad personal del hombre?
En el curso del pensamiento de todos los tiempos, pero con mayor razón en los
fundacionales antiguos, se enfrentaron las teorías materialistas a las espiritualistas.
Según aquéllas el hombre es pura materia (en permanente evolución o no; producto
del azar o no). Para las segundas el hombre es cuerpo y alma. Se concibe una fu-
sión corporal y espiritual que importa la unión de las esencias, sin la cual no se es
hombre. Aparecieron, pues, diversas doctrinas a fin de dar explicación de esa fusión,
de las que tomaré dos en breve referencia:
a) Preexistencialistas: el alma es creada por Dios antes del cuerpo o antes de
la unión con los cuerpos (Orígenes).
b) Generacionistas: Dios no interviene, sino que el alma es transmitida por los
padres, llegándose a la idea síntesis de que “los cuerpos engendran cuerpos y las
almas engendran almas”.
Esta posición del generacionismo está recibida por varias derivaciones del lla-
mado traducionismo;
Así: b’) Ante el dilema del pecado original y su comunicación a todo descen-
diente, se llega a la idea de que ese pecado se transmite de padres a hijos;
todas las emociones... a las que recurren los filósofos de la ética deseosos de instituir las normas del
bien y del mal. Y nos sentimos impulsados a preguntar: ¿cuál fue el origen del hipotálamo y el siste-
ma límbico? Evolucionaron por selección natural. Ese sencillo postulado de la biología debe esgrimir-
se para explicar la ética y a los filósofos de la misma, por no decir la epistemología y a quienes la
estudian, en todos los niveles”. El materialismo científico de Wilson, dice Charles Frankel, implica que
si conocemos adecuadamente las condiciones físicas y biológicas podemos deducir nuestras ideas y
reflexiones éticas, ver: La sociobiología. Su crítica, Facetas, n° 50, 4/1980, p. 62. Ver también, Ruse,
Michael, Sociobiología, Cátedra, 2ª ed., Madrid, 1989.
2 Sobrevilla Alcázar, David, Biología y ética, “Estudios jurídicos en honor de los profesores Car-
los Fernández Sessarego y Max Arias Schreiber Pezet”, Cultural Cuzco, Perú, 1988, p. 353.
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